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Por: José Timoteo.
Los teros me despertaron esa mañana, el sol ya se había elevado sobre la Cordillera del Viento anunciando un día de esos que merecen ser vividos. Hacía como dos días que tenía que afeitarme y un poco de flojera y comodidad me retaceaban la voluntad. Era necesario porque mi barba no hacía honor a mis años. El agua que corría por un arroyo cercano, emulando el canto de una canción conocida me invitaba a hacerlo. Me acerqué a la orilla, apreciando su transparencia, sus piedras de colores que con el sol parecían más hermosas. Tomé mi vieja maquinita de afeitar, el último recuerdo de mi padre y comencé a desenroscar sus partes para colocar la hoja. Esas maquinitas que son una reliquia y ya casi no se consiguen, por eso la trato con un cuidado especial y la conservo en su estuche original. En ésa tarea estaba cuando, aguas arriba, estos dos hombres hablan entre sí.
Uno, mas alto y con prestancia, lleva con orgullo su pasado pehuenche, el otro, octogenario, medio agringado, que denota desarraigo de su tierra chilena, cabizbajo por los avatares de la vida. A los dos los conozco de siempre, más de una vez hemos coincidido en épocas de arreos. Son dos hombres, distintas historias y la misma huella. Hombres trashumantes del Norte Neuquino. Hombres crianceros. Hombres que cargan sobre sus espaldas historias de abandonos, de días aciagos y cada tanto días inconmensurablemente alegres. Uno, abandonado al poco tiempo de nacer y el otro emigrando de chile sin documentos.
El momento daba para compartir el mate, algo no recomendable en tiempos de Covid, atizando el fuego de la mañana, seguían hablando de ellos mismos, acordándose de tiempos pasados, de infortunios y de la esquiva prosperidad. Yo seguía afeitándome, siendo testigo de sus conversaciones.
Criollos solitarios, calificados injustamente de actitudes aprendidas, que empiezan a desandar. Estos hombres, desafían el tiempo, no se quejan, mantienen la fe, la esperanza, agradeciendo cada día que viven y al llegar la noche, cuando su techo son las estrellas, en silencio también lloran…
El campo, los animales, la cordillera y sus madrugadas son su lugar en el mundo. Aquí los días no son importantes, no hay descanso de fin de semana, por eso será que no se cuentan y viven en el anonimato. Tan solo son días, sin horarios ni nombres. Mantener largas conversaciones con la soledad, hacerle preguntas a la nada y también de la nada contestarse.
Uno de ellos hablaba de sus últimas lagrimas, las que ya no le quedan, cada vez que recuerda a su padre que falleció cuando solo tenía tres meses, a su madre que nunca conoció, la que lo abandonó de muy pequeño. A los quince años se vió obligado a dejar la adolescencia para trabajar en el mundo de los adultos. Sus años transcurrieron, de patrón en patrón, buscando sobrevivir, reconstruyéndose cada día, ahogándose en el alcohol muchas veces hasta dar por superada esa etapa. Los años, la vejez lo reciben siendo su propio patrón, con eso le basta y sobra. El otro, no habla mucho, quizás los años se han llevado todos sus argumentos y deja que el silencio sea juez de las palabras. Tiene nombre y apellido, pero no tiene un documento que lo acredite, quizás alcanza con que todos lo conocen. Cada tanto sonríe, guardando secretos inconfesables, que no le hacen bien a la Cordillera del Viento. Finalizo de afeitarme, uno de ellos me acerca un espejo redondo, pequeño, de un borde verde manzana, que aún se conserva indemne de las cabalgatas. Me miro, me observo de reojo y comprendo que los años no han venido solo. Me acomodo al lado del fogón y me sumo a los mates. Ellos hablan de otros temas, del clima, de la nieve, del agua que mejorará las pasturas del verano… Yo, simplemente me sumo a sus comentarios. Al fin y al cabo, éstos hombres son sobrevivientes de su propio pasado. Uno lleva guardado el dolor del abandono y el otro haber perdido su identidad. Dos historias, distintos sueños, la misma huella.
*Foto: Martin Muñoz. ( Oscar y Javier. Crianceros del Norte Neuquino)
(Esta Editorial que se publica todos los domingos, se constituirá: De relatos, fabulas, cuentos, narraciones, poemas y poesías. Cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de Nqnorte